Inmaculada Concepción es el tema de un cuadro de Francisco de Zurbarán, realizado en el año 1661, que consta con el número 285 en el catálogo razonado y crítico, realizado por la historiadora del arte Odile Delenda, especializada en este artista.
Inmaculada Concepción (Zurbarán, Langon) | ||
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Autor | Francisco de Zurbarán | |
Creación | 1661 | |
Ubicación | Iglesia Parroquial de Saint-Gervais y Saint-Protais | |
Estilo | Barroco | |
Material | Óleo y Lienzo | |
Técnica | Óleo sobre lienzo | |
Dimensiones | 140 centímetros x 103 centímetros | |
Zurbarán realizó trece versiones del tema de la Inmaculada Concepción —a lo largo de unos treinta años— evolucionando en su estilo y en la iconografía con la introducción de algunas novedades, pero siempre dentro de las normas derivadas de la Contrarreforma.[1]
Este lienzo y la Inmaculada Concepción de Budapest son las dos últimas versiones de este motivo pintadas por Zurbarán. Ambas fueron realizadas en 1661, fecha en que el papa Alejandro VII dictó la Constitución apostólica Sollicitudo omnium ecclesiarum por la que aprobaba la doctrina de la Inmaculada Concepción, prohibía los escritos contrarios a ella y autorizaba su culto, Constitución recibida en España con grandes festejos, tras años de obligado silencio, si bien no se trataba todavía de la proclamación dogmática.[2] Posiblemente, la modelo para la Virgen, en ambas obras, fuera María Manuela, hija del pintor y de su tercera esposa, Leonor de Tordera.[3]
Datos técnicos y registrales
En este lienzo —de hermoso colorido y luminosidad—, faltan los tradicionales atributos de las letanías, y las habituales estrellas del nimbo quedan reducidas a unos simples puntitos blancos. Zurbarán solamente representa a la Virgen, intensamente absorta, bañada por una maravillosa luz dorada. Su figura aparece flotando en los cielos, sobre un fondo de brillo solar. Su rostro es admirable por su dulzura y delicadeza, el fino dibujo de sus ojos entornados y su larga y ondulada cabellera rubia.[6]
El nimbo alrededor de su cabeza destaca sobre un cielo azul-grisáceo, festoneado por nubes amarillentas, de color cobrizo en los bordes. Más allá del nimbo, en círculo, las nubes se vuelven rosadas y, en algunos puntos, se condensan en querubines dorados. Las manos juntas en oración son finísimas. La blanca túnica cae formando suaves pliegues verticales, que se adaptan a la leve curvatura de la figura. El gran manto —de azul intenso— forma abultados pliegues y parece agitado por el viento, en un movimiento usual en el barroco español, constituyendo un trozo de pintura de excepcional calidad. El cinturón y el lazo que sostienen dicho lazo son de un azul más pálido.[7]
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